¿Te gustaría seguir a Jesús?

viernes, 5 de febrero de 2016

Invitación a la Guardia de Honor




Las Hermanas de la Visitación de Santa María le invitamos a que venga a consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús en la Archicofradía "Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús"

Habrá consagraciones para el día 3 de Junio de 2016 Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, informes al Tel. 01-477-712-03-80



Santa Margarita María Alacoque, su vida



"Cuando uno ama, todo habla de amor, hasta nuestros trabajos que requieren nuestra total atención
pueden ser un testimonio de nuestro amor." (Santa Margarita)


Vida de Santa Margarita

Santa Margarita María nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña. Fue la quinta de 7 hijos de un notario acomodado.

A los cuatro años Margarita hizo una promesa al Señor. Sintiéndose inspirada rezó: "O Dios Mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad." Aunque ella misma confesó mas tarde que no entendía lo que significaba las palabras "voto" o "castidad."

Cuando tenia 8 años, murió su padre. Ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo cual no se acostumbraba en aquella época. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años. Por este motivo tuvo que regresar a su casa.

Hija de la Virgen María

Ya de regreso, Margarita, que estaba muy enferma, y sin tener un remedio seguro, buscó alivio en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa de que si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud. Dice Sta. Margarita: "Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios."

miércoles, 13 de enero de 2016

Extracto del Prefacio de San Francisco de Sales al libro de las Reglas

Francisco. Obispo de Ginebra.
Año 1611 Annecy, Francia



Deseo a imitación del de San Pablo en el capítulo IV a los Filipenses
A las Hermanas de la Congregación

Carísimas hermanas mías, hijas deseadísimas de mi alegría y mi corona, permaneced así en nuestro Señor amadisímas.

¡Oh hijas de buen olor, hijas de coloquios celestiales! Yo os ruego, y aún os conjuro, que todas tengáis un mismo amor y viváis todas de acuerdo en vuestra vocación, en Jesucristo Nuestro Señor y en su Madre y Señora Nuestra. Amen.



No redacté estas Constituciones según mi propio parecer; sino mucho más, según la piadosa inclinación de las almas que tuvieron la dicha de comenzar este género de vida. No comprendo cómo algunos  se han engañado pensando que vuestro instituto es invención mía y, por consguiente menos estimable; pues, ¿con qué autoridad hubiera podido yo obligaros a tal retiro y a semejante vida, si no hubiese concurrido a ello vuestra propia elección y voluntad? Ciertamente, nuestros superiores no pueden convertir en mandamientos los consejos evangélicos, si nosotros, por nuestra parte, no nos obligamos a observarlos, libre y voluntariamente por voto, juramento u otro compromiso.

Mas en verdad, viendo vuestra Congregación pequeña en número al principio y, sin embargo, grande en el deseo de perfeccionarse más y más en el amor de Dios y en la renuncia de todo otro amor, me vi obligado a asistirla cuidadosamente, recordando que Nuestro Señor, como Él mismo dice, vino a este mundo, no sólo con el fin de que la tuvieran más abundantemente; para esto no basta con inducirlas a la observancia de los mandamientos;  sino que se requiere, además, la de los consejos…

Hermanas o hijas amadísimas: Os ruego, y aún mas os conjuro, que escuchéis, veáis y consideréis lo que voy a deciros: hasta ahora habéis sido instruidas en estas santas observancias, bajo ellas habéis recibido el velo que lleváis, gracias a ellas os habéis multiplicado en número y en piedad. Sed, pues, firmes, constantes, invariables y permaneced así, a fin de que nada os separe del Esposo celestial que a todas os ha unido, ni de esa unión que os puede mantener unidas a Él, de suerte que, no teniendo todas más que un solo corazón y una sola alma, sea El mismo vuestra alma y vuestro corazón.
Dichosa el alma que observe esta Regla, pues es fiel y verdadera. Y a todas las que la sigan, séanles por siempre dadas en abundancia la gracia, la paz y el consuelo del Espíritu Santo.
Amen.

¡Viva Jesús!

S.Fr. de S. XXV 22 Y ss.
Mision y Espíritu